Viernes 13 M. Inscripción obligatoria e inmediata en la carrera de larga distancia de catorce días. Irrelevante el sexo, la edad, o el estado civil. Cuarenta y siete millones de corredores con su dorsal para un recorrido incierto, duro y solitario. El tiempo apremia.
Sábado 14 M. Salida a las 00.00 horas. Muchos corredores sin poder realizar el calentamiento, ni seleccionar lo que incluir en la mochila, con poca indumentaria y escasas provisiones para realizarla.
El desafío había comenzado. Somos cumplidores, seguimos las reglas. Comenzamos animados la carrera de la salud, cada uno a su ritmo. Las primeras etapas fueron llanas, intercalándose algunas cuestas con cierto desnivel y guijarros en el suelo. La carga se hacía más pesada. Malas noticias. Algunos corredores más vulnerables habían abandonado la carrera, por salud, por edad. La distancia seguía aumentando y sin fecha exacta de llegada.
Echamos de menos un guía, una brújula que nos indique el camino exacto y los peligros existentes para poder llegar sanos y salvos. También un botiquín menos rudimentario. En las zonas de avituallamiento podemos encontrarnos con otros participantes, pero nos distanciamos de ellos por inseguridad, temor.
Ahí estamos con llanuras y caminos despejados y silenciosos. Pero también con túneles donde la oscuridad nos limita ver la salida. Con subidas empinadas, angostas, serpenteantes y bajadas donde en ocasiones contemplamos precipicios que nos hacen ir con sumo cuidado. Condiciones adversas, frío, calor, caminos infinitos, mal señalizados, sobreinformación sobre los infortunios de algunos de los participantes y ocasionalmente falta de información veraz.
El desconocimiento de la distancia a recorrer, el tiempo que nos va a llevar, la soledad, el desamparo, el miedo, el cansancio pueden eclipsar nuestras expectativas. Nadie dijo que la carrera iba a ser fácil. Intentemos establecer objetivos realistas que podamos cumplir. Tratemos de ser persistentes, prudentes, fuertes, resilientes, y confiados en esta indeseada carrera solitaria, con grises y claros.
Cuando tengamos momentos de bajón, de estrés, de frustración, de desesperación, de ganas de abandonar intentemos gestionar nuestras emociones. Así que descansemos un rato, respiremos lentamente, centremos nuestra atención en algo bonito, caminemos, miremos al frente y usemos bastones que nos ayuden. Y recordemos a Antonio Machado “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”
Y en estos recorridos complicados vienen a mi memoria los recuerdos “Maraton Man” con Raúl Gómez. Un showman con “pasión” por correr que desborda alegría, buen rollo, en las carreras y nombres de grandes corredores como Abel Antón.
No sabemos aun cuando cruzaremos la meta, pero una cosa es cierta. Somos triunfadores desde el momento que iniciamos este trayecto. A pesar de los obstáculos, de las dificultades, de la dureza de la carrera, del sufrimiento, del sacrificio seguimos día a día esforzándonos. Podemos acabarla y lo haremos.
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